Oye, Israel: El Señor nuestro Dios, El Señor uno es ~Deut. 6:4

La Resurrección (Artic.)

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Escrito por el Pastor Efraím Valverde Sr.

“Porque el mismo Señor con
aclamación, con voz de arcángel, y
con trompeta de Dios, descenderá
del cielo; y los muertos en Cristo
resucitarán PRIMERO”
(1 Tes. 4:16)

El tema medular del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo es el de la resurrección de los muertos, o sea el vencer la muerte y volver a la vida (Heb. 2:14-15; 2 Tim. 1:10; 1 Cor. 15).

En Su Palabra, Dios nos habla de DOS RESURRECCIONES. La primera es PARCIAL, y en ella resucitan “muchos”, mas no todos (Dn. 12:2). La primera resurrección es antes de los “mil años” (del milenio). La segunda resurrección es después de los mil años, y esta resurrección es TOTAL (Ap. 20:5-13).

Sabiendo pues, que no hay más que dos resurrecciones solamente, tenemos que dividir el juicio total de la humanidad en dos partes. La única alternativa que tenemos, es el aceptar que en la primera resurrección vuelven a la vida todos los que conocieron o supieron de Dios y de Su Palabra. Entre ellos tenemos que incluir no solamente a los creyentes fieles, los cuales resucitan para “vida eterna” (Dn. 12:2), sino también a los que habiendo en un tiempo de sus vidas conocido las obras de Dios, las aceptaron y luego las dejaron, o las miraron y nunca las aceptaron.

En este número están contados “los que le traspasaron” (Ap. 1:7), los que “no creyeron a la verdad” (2 Tes. 2:11-12), etc. Éstos resucitan para “vergüenza y confusión perpetua” (Dn. 12:2), pues su condenación consiste en que conocieron, o sencillamente miraron las obras de Dios, pero no creyeron.

“Los otros muertos”, o sea las multitudes de humanos que nunca oyeron ni supieron de Dios, de Su pueblo, de Su Palabra ni de Su Nombre, vuelven a la vida en la segunda resurrección, después de pasados mil años, y éstos son juzgados sola y únicamente “por sus obras” (Ap. 20:5; Rom. 10:14).

La profunda y misteriosa realidad que nos señala la Palabra del Eterno, que en parte podemos entender y explicar, y en parte no podemos, es que “todos” los que mueren tienen qué resucitar, es decir, volver a la vida (Jn. 5:28). Y sobre esta innegable verdad quiero ahora llamar la atención de mis hermanos creyentes en Cristo el Señor, hablando más particularmente de la primera resurrección, que es a la que se refiere el Texto que encabeza este estudio.

La expresión clave que en este Texto encontramos es: “los muertos en Cristo resucitarán PRIMERO” (1 Tes. 4:16). Y la pregunta que paso a explicar es: ¿PRIMERO de qué, o de quiénes?

CONSIDEREMOS
ENSEGUIDA LOS
SIGUIENTES
RAZONAMIENTOS

1. El hombre ha sido creado por Dios consistiendo en dos naturalezas: la humana (exterior, visible y pasajera que termina con la muerte) y la espiritual (interna, invisible e inmortal, que no termina con la muerte, Ecl. 12:7; Heb. 9:27).

2. La muerte, por lo tanto, tiene potestad solamente en la parte mortal del hombre. La muerte del hombre fiel creyente en el Señor es, entonces, solamente la separación de sus dos naturalezas. La humana pasa a “dormir en el polvo”, y la espiritual regresa al Creador (Lc. 12:16-20).

3. Siendo, pues, que la muerte opera solamente en la humanidad del hombre, la resurrección es la operación que vuelve a la vida lo que murió. Por eso es indispensable que para que opere la resurrección, es necesario que primero haya muerte.

4. La resurrección no puede aplicarse al espíritu, al alma, al “hombre interior” (2 Cor. 4:16), por la sencilla razón de que esta es la parte del hombre que no muere, y sólo lo que murió es lo que resucitará.

5. Lo dicho aplica para toda la humanidad en lo general. Mas hablando ahora del creyente fiel en nuestro Señor Jesucristo, para aquel cuya esperanza reside en la maravillosa promesa descrita en nuestro Texto inicial, hay algo muy glorioso escondido en la palabra “PRIMERO”.

6. El Texto inicial habla exclusivamente de la resurrección de los cristianos fieles, del cristiano “bienaventurado y santo” (Ap. 20:6). Está hablando de aquellos que resucitan para “vida eterna” (Dn. 12:2). Pues la diferencia entre la resurrección del fiel y del impío, consiste en que el primero vuelve a la vida para que su cuerpo sea enseguida glorificado, pues para el fiel ya no hay juicio ni condenación (Rom. 8:1), mientras que el segundo vuelve a la vida para comparecer ante el juicio (Heb. 9:27).

7. La palabra “PRIMERO” nos descubre su secreto cuando leemos el Texto de la siguiente manera: “Porque el mismo Señor con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo PRIMERO resucitarán” (1 Tes. 4:16).

8. Es importante que tengamos en mente la diferencia de la resurrección de Lázaro y la resurrección del Señor Jesús. El cuerpo de Lázaro volvió a la vida en forma “corruptible” para enfermar o envejecer, y volver a morir. En cambio, el Cuerpo del Señor volvió a la vida en una condición no sujeta a la muerte, para ya no morir, sino para ser glorificado. Esta es la resurrección de “los muertos en Cristo” (1 Tes. 4:16). Cabe mencionar aquí que los cuerpos de Adán y Eva fueron creados originalmente por Dios para no enfermarse, envejecer ni morir, pero esto les vino a consecuencia de cometer pecado.

9. Esta es la resurrección de la que el apóstol Pablo habla ampliamente en 1 Corintios 15. Pues la Palabra de Dios no puede contradecirse, y cuando dice que, “se siembre cuerpo animal, resucitará espiritual cuerpo”, habla de la operación descrita en el párrafo anterior. Pues repito que el razonamiento básico innegable, es que lo que resucita es lo que antes ya murió primero, y el espíritu no muere.

10. Cuando el fiel cristiano muere, su cuerpo pasa a “dormir en el polvo” (Dn. 12:2). Se “desviste” de “la casa terrestre de su habitación” (2 Cor. 5:1-7), y él, o sea “el hombre interior” (Ef. 3:16), deja este “tabernáculo” (2 Ped. 1:13) y “parte para estar presente al Señor” (2 Cor. 5:8). Esta maravillosa verdad es algo de lo que el fiel seguidor de Cristo el Señor está completamente seguro que acontece con su hermano que “partió”. Y lo cree aunque no pueda ver esto con sus ojos naturales.

11. En cambio el mundo incrédulo, a la figura de Tomás (Jn. 20:24-25), no cree sino solamente a lo que se puede ver. Y si la resurrección fuere algo semejante a lo descrito en el párrafo anterior (que creemos solo por fe, mas no lo podemos ver literalmente con nuestros ojos), de igual manera como hoy se burlan los impíos cuando nos oyen decir que “nuestro hermano que partió se fue para estar con el Señor”, así también iba a reírse el mundo en el día de la resurrección cuando no vieren los cuerpos vivos de los santos resucitados. Pero ellos los verán, pues la resurrección es real, física y literal (Dn. 12:2; Jn. 5:28-29).

12. La gloria de Dios va a ser, precisamente, el que un mundo incrédulo y sorprendido vea al Pueblo del Altísimo volver a la vida, de acuerdo con el mensaje que los hijos de Dios hemos creído y predicado por todas las edades. Pues a esto precisamente se refirió el patriarca Job cuando dijo: “Y después de desecha esta mi piel, aun he de ver EN MI CARNE a Dios” (Job 19:26-27). También léase 2 Tesalonicenses 1:10 y Apocalipsis 1:7.

13. La resurrección de los “cuerpos de santos que habían dormido”, de los cuales nos dice la Escritura que, “salidos de los sepulcros, después de la resurrección de Él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos” (Mt. 27:52-53), es un asomo que nos da el Señor para que nos demos una idea de lo que será en el día de la resurrección, cuando lo descrito en esta porción Escritural se repita multiplicado por millones de veces. ¡Aleluya!

14. La prueba suprema para comprobar lo aquí dicho, es la resurrección del mismo Señor, quien después de haber pagado el precio del pecado, al ofrecer Su Cuerpo en aspecto de Humanidad para morir en la cruz, el Señor podía haber transformado inmediatamente ahí mismo Su Cuerpo en aspecto humano a Su aspecto de gloria. Mas no hizo tal, sino que permitió que fuera puesto en la sepultura, esperar hasta el tercer día y entonces resucitar, o sea volver a la vida lo que había muerto, como ya anteriormente he mencionado.

15. Su Cuerpo en aspecto de gloria, en el cual lo vio Pedro, Juan y Jacobo en el Monte de la Transfiguración (Mt. 17:1-2), no es con el mismo aspecto con el que se presentó a Sus discípulos después de haber resucitado. Pues Él se presentó a ellos aún en Su aspecto de Humanidad, ya resucitado y sin corrupción (es decir, que aún no estaba glorificado), y les dijo: “Mirad Mis manos y Mis pies, que Yo mismo Soy: palpad, y ved; que el espíritu ni tiene carne ni huesos, como veis que Yo tengo” (Lc. 24:36-43).

16. Desde el preciso momento en que el tema principal de la Palabra de Dios es la resurrección de los muertos, el Señor mismo lo comprobó volviendo a la vida Su Cuerpo en aspecto de Humanidad, el cual Él había sujetado a la muerte (Fil. 2:8). Y ya resucitado, fue transformado a Su aspecto de gloria, lo cual es exactamente lo que ha prometido hacer con los cuerpos de los miembros de Su Pueblo: “Los muertos en Cristo PRIMERO resucitarán: Luego nosotros, los que vivimos, los que quedamos (éstos no resucitan por la sencilla razón de que no murieron), juntamente con ellos seremos arrebatados en las nubes…” (1 Tes. 4:16-17). Porque, “todos ciertamente no dormiremos, mas todos seremos transformados” (1 Cor. 15:51-52).

17. La verdad declarada por el mismo Señor, es que la resurrección aplica a todos los humanos. Pues señala la “resurrección de vida”, y la “resurrección de condenación” (Jn. 5:29). Esto concuerda exactamente con lo declarado en Daniel 12:2, cuando nos dice que, “MUCHOS… serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua”.

18. La resurrección de los muertos es, por consiguiente, indispensable para el mismo Creador, tanto para mostrar Su gloria en los cuerpos glorificados de Sus hijos, como para cumplir Sus “incomprensibles juicios” (Rom. 11:33) sobre el resto de la humanidad. Pues es precisamente en esos cuerpos vueltos a la vida, en los que va a verificar los juicios señalados en el Salmo 50:16-21. Y en todas las parábolas que Él mismo describió: los ministros “obradores de maldad” (Mt. 7:23), el siervo negligente que “escondió el talento en tierra” (Mt. 25:24-25), etc.

19. La idea general sobre la doctrina de la resurrección, en la mayoría de los creyentes (mayormente entre los creyentes del “rapto misterioso”) es muy superficial. Muchos de los importantísimos detalles en este estudio citados, se pasan por alto o sencillamente no tienen una explicación para ellos. La tremenda y maravillosa verdad es que el tiempo de Dios para ser glorificado en la forma suprema que Él desea, va a ser en el día de la resurrección. Pues aun la creación entera “anhela la manifestación de los hijos de Dios” (Rom. 8:18-22).

20. En figura simbólica de los “dos testigos” (que son el Israel fiel y la Iglesia fiel), está descrito en una forma muy clara el acontecimiento de la resurrección de los cuerpos muertos de los hijos de Dios. “Sus cuerpos serán echados en las plazas de la grande ciudad ... Egipto (el mundo)”. “…Y después de tres días y medio (el tiempo de los gentiles) el espíritu de vida enviado de Dios, entró en ellos, y se alzaron sobre sus pies (¡aleluya!), y vino gran temor sobre los que los vieron” (Ap. 11:7-12).

21. Qué descripción tan exacta del día de la resurrección, cuando al igual que el Cuerpo del Señor, Sus hijos resucitados primero, para testimonio ante el mundo entero y para gloria del Creador del universo, habiéndolos visto la humanidad entera volver a la vida, ahora sus cuerpos incorruptibles ante el asombro de todos, son transformados en cuerpos de gloria, “Y subieron al cielo en una nube, y sus enemigos los vieron” (Ap. 11:12). ¡Aleluya!

22. Tengamos pues presente, que los cristianos fieles que estuvieren vivos para ese día glorioso (y conste que esos serán muchos de los que hoy viven, porque nosotros somos parte de “la última generación”, Mt. 24:34), en nada les afectará a ellos la resurrección (vuelvo a repetir), por la sencilla razón de que estarán vivos, y para resucitar es necesario estar muerto. Mas ahora ya habiendo PRIMERO RESUCITADO “los cuerpos de los santos que habían dormido”, después de “aparecérseles a muchos”, ahora todos (los que volvieron a vivir y los que estaban vivos), “seremos transformados… en un abrir de ojo” (1 Cor. 15:51-52) y así, “seremos arrebatados en las nubes a recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tes. 4:1).

23. Es precisamente también en este maravilloso día cuando se cumple la promesa de Dios para el Israel fiel, cuando dice: “Y luego todo Israel será salvo” (Rom. 11:26). Es en este maravilloso día cuando se cumplirá en el pueblo escogido de Dios, lo prometido por medio de Sus profetas. Pues si “los perrillos” que estábamos fuera (nosotros los gentiles), por la ceguedad de ellos ahora tenemos parte en esta gloria, “¿qué será el recibimiento de ellos, sino vida de los muertos?” (Rom. 11:15). ¡Aleluya!

24. Es en el maravilloso día de la resurrección, cuando Dios hará en Israel lo que dijo: “He aquí, Yo abro vuestros sepulcros, pueblo Mío, y os haré subir de vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de Israel. Y sabréis que Yo soy el Señor (Jesús), cuando abriere vuestros sepulcros, y os sacare de vuestras sepulturas, pueblo Mío” (Ez. 37:12-13). En ese día, dice el Señor: “y mirarán a Mí, a quien traspasaron” (Zc. 12:10), “Y le preguntarán: ¿Qué heridas son estas en Tus manos? Y Él responderá: con ellas fui herido en casa de Mis amigos” (Zc. 13:6). Entonces verán al Señor Jesús y reconocerán que Él es el mismo Dios del Antiguo Testamento (YHWH), el Mesías que Israel ha esperado por más de tres mil años y creerán en Él, y “todo Israel será salvo” (Rom. 11:26).

25. Cuando Dios en Su infinita sabiduría propuso crear todas las cosas, hizo un factor al cual nosotros llamamos “tiempo”, y así sujetó toda la creación al tiempo. Pues la creación es hasta el tiempo presente, “el reino movible” de que se nos habla en Hebreos 12:27-28. Y cuando todo lo que está sujeto al tiempo llegue al “fin” (1 Cor. 15:24), también el mismo “tiempo” será quitado y ya “no será más” (Ap. 10:6), y entonces “tomaremos el reino inmóvil” (Heb. 12:28). Pero hoy, dentro del “reino movible” que está sujeto al tiempo, la fecha más importante y gloriosa para el mismo Creador, nuestro Dios, y por lo consiguiente también para Su Pueblo aquí en la tierra y para los ángeles en el cielo, ES EL DÍA DE LA RESURRECCIÓN.

¡Aleluya!

Dios te bendiga.


Pastor Efraím Valverde Sr.[1]


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Referencias

[1] Revista Internacional Maranatha Pg. 5, 6 y 7. Vol.65 -N0.18- Enero-2017

[*] Énfasis de nuestroanciano.com