Oye, Israel: El Señor nuestro Dios, El Señor uno es ~Deut. 6:4

En Búsqueda de la Felicidad Humana

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Escrito por el Pastor Efraím Valverde Sr.


Son númerosas las porciones escriturales por medio de las cuales el Señor previene a Su pueblo (tanto en Israel como en la iglesia) sobre un peligro aquí para los hijos de Dios. Un peligro que de acuerdo con el razonamiento normal es imposible, y aun absurdo, que fuere tal cosa. Este peligro es hasta hoy para el cristiano, el vivir “en búsqueda de la felicidad humana”.

Por mi parte no es la prima vez que abordo este tema. Mas viendo la forma tan tenaz con que los enseñadores entre el pueblo de Dios continúan “instruyendo” a los creyentes con la doctrina torcida de lo que irónicamente yo he llamado: “El Evangelio Americano”, he sido impulsado por el Señor para explicar una vez más a los santos que estuvieron despiertos, sobre el peligro aludido.

Al venir Israel peregrinando con muchas aflicciones por el desierto, de seguro muchas veces soñaron en el día cuando Dios los introduciría a la tierra que les había dicho que “fluía lecha y miel”. Mirando todas las tribulaciones por las que tuvieron que pasar durante aquellos 40 años de peregrinación, es lógico pensar que en múltiples ocasiones añoraron con ansia el alcanzar la felicidad humana.

Nunca se imaginaron entonces que al alcanzar tal felicidad, habría ésta de acarrearles las horribles maldiciones que por Moisés, Dios les anticipó. Maldiciones que por cierto se han seguido repitiendo en el pueblo del Libro durante el curso de las edades y hasta hoy, en todos los tiempos y los lugares donde han sido prosperados y han logrado alcanzar un alto nivel de felicidad humana.

Hoy mismo, cabe aquí decirlo, el nivel de felicidad humana que este pueblo escogido de Dios en la Diáspora, ha alcanzado entre varias naciones Occidentales, y de manera más particular en los Estados Unidos, los está llevando al peligro que más teme el Judío Ortodoxo que está despierto: “La Asimilación”. En el mismo Estado de Israel, con la excepción del remanente fiel, está hoy operando en más de la mitad de los Israelíes el horrible cáncer espiritual del Secularismo.

Para beneficio de mis lectores que ignoran el significado de dos términos que he usado en referencia al Pueblo Judío y a Israel, “Asimilación, y Secularismo”, lo explico aquí: La Asimilación es el hecho abominable, según la Ley de Moisés de que un miembro del Pueblo Judío se una en matrimonio con un Gentil. Y eso es lo que en alto grado está sucediendo en los Estados Unidos y en otros países.

Por lo que toca al Secularismo, es el termino común que hoy se usa en Israel para hacer la diferencia entre Judíos Israelíes religiosos que creen en Dios y en la Biblia Hebrea, (el antiguo Testamento) y que guardan la ley, y los que no reconocen la Biblia y aun ni creen en Dios. (Para el presente día son una mayoría en el Estado de Israel los Secularistas, y esto es maldición).

He hecho un paréntesis al citar al Pueblo Judío y a Israel al hablar del tema de “la búsqueda de la felicidad humana” entre el Pueblo de Dios las cosas que han pasado con este pueblo son figura de lo que sucede también entre el cristianismo. En el caso aquí, mi propósito es llamar una vez mas la atención de los muchos cristianos que llevados por la influencia del “Evangelio Americano”, están hoy sin darse cuenta cayendo víctimas de la maldición de “la felicidad humana”. El desear la felicidad humana es innato.

Humanamente hablando, ¿quién no quiere ser feliz? ¿Quién pudiendo evitarlo, escoge el dolor y el sufrimiento en vez de la felicidad? Repito que hablando del punto de vista netamente humano, la persona que prefiere sufrir en vez de ser feliz se le puede catalogar como fuera de su mente. Pues la realidad es que en el humano, desde que nace, hay una tendencia innata de buscar aquellas cosas que lo hacen sentirse bien, las cosas que le causan felicidad.

El bebé nace llorando, pidiendo el alimento que sin entenderlo aún, siente que es aquello que le puede proveer su madre para sentirse bien. El niño, sin saber aun hablar, pide las cosas u objetos que le producen una sensación de felicidad. Y así, a medida que el humano va creciendo, de acuerdo a su condición y edad, pide o busca lo que su humanidad le pide para sentirse bien o satisfecho.

En el tiempo de Salomón había muchos placeres y diversiones, pero no pudo por ellas ser feliz. Ahora como resultado de la multiplicación de la ciencia hay muchos más medios y objetos de distracción, pero la miseria humana está peor. Las multitudes de miserables y pobres en diferentes partes del mundo piensan que si tuvieran dinero serían felices. Pero la realidad innegable es que hay multitudes de ricos cuyas vidas son más miserables aun que la de los mismos pobres. La verdad de la Palabra sigue en pie, el hombre sigue de continuo en búsqueda de la felicidad, mas en forma completa no le es posible alcanzarla. Si el sufrimiento no es material, es físico. Si no es físico es moral. Si no es moral es espiritual. Si no es personal, es familiar, y así sucesivamente. Si tiene algo, quiere algo más. Si tiene poco, quiere tener mucho. Si tiene un trabajo, quiere otro mejor. Si tiene frío, reniega. Si hace calor, se enfada. Nunca está completamente feliz. Pero lo lamentable es que en este trajineo de la vida han sido llevados hasta el día de hoy, multitudes de cristianos que conocen lo suficiente para ser felices en verdad, mas no lo son. Pues han dejado al Señor, “fuente de agua viva, para cavar para sí cisternas rotas que no detienen agua” (Jer. 2:13). Hijos de Dios que descuidados buscan la felicidad humana y han descuidado la verdadera.

Bajo este sol existe una verdadera felicidad ofrecida por Dios para Sus hijos. Una felicidad que sí es completa, pero que no se puede medir con medidas humanas porque es superior y se experimenta en el alma. Una felicidad que sí es posible alcanzar, pero que tiene un precio muy único y especial el cual ya pagó primero El Autor de ella, quien es ahora el que nos dice: “Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame” (Lucas 9:23). Esta verdadera felicidad está muy lejos de parecerse a la felicidad humana, porque es exactamente lo contrario. La humana es terrena, la verdadera es celestial. La una satisface a la carne, la otra sacrifica la carne para satisfacer el alma. Esta es la felicidad que a precio de dolor y de sangre alcanzó el Cordero de Dios, quien “aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia. Y consumado, vino a ser causa de eterna salud a todos los que le obedecen” (He. 5:8,9). Pedro y Juan siguieron Su ejemplo, y “después de azotes” se fueron gozosos por “hablar del Nombre” (Hechos 5:40,41). Esteban siguió el mismo ejemplo, y en el mismo martirio sintió la suprema felicidad de ver al Señor sentado en Su gloria (Hechos 7:55-57). Pablo y Silas, metidos “en la cárcel de mas adentro, (y con) los pies en el cepo”, experimentaron esta suprema felicidad, a la media noche orando, “cantaban himnos a Dios” (Hechos 16:24,25).


Lo relatado y mucho más, no son “cuentos de hadas” sino la vida real de los hombres y mujeres quienes durante el curso de todas las edades estuvieron dispuestos a pagar el precio que fuera para alcanzar una felicidad que sí es completa. Una felicidad que satisface en tal forma que nada puede comparársele. Esta felicidad sigue siendo hasta hoy ofrecida por el Señor a Sus hijos “que quieran”. Si tú eres uno de esos “entendidos”, estás comprendiendo mi mensaje, y vas a entregarte aun con más violencia espiritual al Señor, y hacer aun más a favor de Su obra. Pero si eres de los “tibios” (Ap. 3:16), es posible que leas este mensaje más, para ponerlos luego a un lado, y seguir viviendo esa vida rutinaria en que hasta hoy has vivido en búsqueda de una felicidad que nunca vas a alcanzar con todas las cosas que hasta ahora tienes, o con lo que hasta ahora eres.

Recuerda: ¿Quieres la verdadera felicidad? “¡Niégate a ti mismo!

Pastor Efraím Valverde Sr.


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